Por una democracia deliberativa en el mundo y una Renovacion Absoluta en el ser humano .......
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domingo, 24 de abril de 2011
sábado, 16 de abril de 2011
VEINTE AÑOS DE LA CONSTITUCION EN COLOMBIA
| Con motivo de cumplirse veinte años de haberse dado a conocer una Constitucion novedosa en Colombia, me parece importante compartirles este articulo del autor Pedro Santana Rodriguez, al cual se refirio algunas experiencias que han desbordado  en peerversidad abosoluta: 
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| Cortesia: | Pedro Santana Rodríguez | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
| Al tiempo que se organizan múltiples actos de celebración   por los 20 años que cumple la Constitución de 1991, columnistas de  prensa como  Daniel Samper Pizano o destacadas figuras del régimen como  Rudolf Hommes, se  preguntan si hay motivos para celebrar. El primero,  uno de los más destacados  periodistas del país caracterizado por su  independencia frente al poder y por  sus denuncias sobre corrupción e  iniciador en el país del llamado periodismo de  investigación, que  precisamente por ello, tuvo que salir del país en la década  de los años  ochenta, cuestiona uno de los instrumentos más valiosos de la Carta   Política de 1991, nos referimos al proceso de la descentralización. En efecto Samper Pizano escribió en su columna del diario   El Tiempo “Bodas de Plata de un cáncer nacional” el pasado 13 de marzo,  lo  siguiente: “Álvaro Gómez Hurtado, constante agitador de ideas,  propuso una  reforma constitucional que creyó modernizadora y que se  concretó en el Acto  Legislativo No 1 de 1986. Según éste, “los alcaldes  serán elegidos por el voto  de los ciudadanos”. Cinco años después, la  nueva Constitución avanzó aún más en  materia de regímenes regionales, y  a la libre elección de alcaldes añadió la de  gobernadores y mayor  autonomía en el manejo de presupuestos. La Carta del 91 y posteriores retoques de algunos   artículos hicieron de Colombia un país más democrático. Pero, sin  proponérselo,  inyectaron nuevos caudales al río de la corrupción que  ahora nos ahoga. La  dosis masiva de participación popular que iba a  limpiar las venas de la  democracia colombiana no se ha dado. En cambio,  numerosos municipios están en  poder de las mafias que controlan las  elecciones a punta de plata y plomo y  ordeñan luego las arcas  municipales sin recato ni control… El 9 de enero  cumplió bodas de plata  la elección de alcaldes y, haciendo el balance de los  efectos  positivos y negativos que produjo, es evidente que ha sido un cáncer   para Colombia. Un cáncer rebosante de democracia. Pero un cáncer. No es que los políticos indelicados no robaran antes, no:   empezaron a robar en el siglo XIX. Pero en otros tiempos eran víctimas  de las  tentaciones del dinero público y hoy, en cambio, llegan con la  voluntad expresa  de enriquecerse. Es verdad que había corrupción antes  del cambio  constitucional, pero al menos era más fácil prevenirla y más  expedito destituir  y sancionar a los delincuentes. Son hijos diabólicos de este sistema los carruseles de   contratación y los servicios electorales de grupos armados. Los  ciudadanos y  ciudadanas votan cada vez menos, y el dinero y las armas  votan cada vez más. La  guerrilla interviene en las elecciones a  balazos. La parapolítica no es más que  una alianza entre el terror, la  plata y los cacicazgos para saltar el Estado… ¿Nadie adivinó hace 25 años la calamidad que amenazaba al   país? Sí. Alberto Lleras temía que iba a disparar la corrupción, y así  ha  sucedido…”O aplicamos soluciones de urgencia o la corrupción nos  destruye. Es  hora de aceptar que el remedio democrático de la elección  de funcionarios  regionales ha sido peor que la enfermedad centralista y  que conviene enmendar  la receta”. Así, pues, en palabras de uno de los periodistas más   leídos e independientes del país se requiere regresar al centralismo, al   nombramiento de los alcaldes a dedo por los gobernadores y de los  gobernadores  a dedo por el Presidente de la República y que éste último  también nombre al Alcalde  de Bogotá. A primera vista Samper tiene  razón en los hechos que señala: la  corrupción es uno de los peores  enemigos de la democracia y de la  descentralización, pero la salida de  Samper es simplista y centralista. Lo  primero que hay que señalar es  que la corrupción ha avanzado en los últimos  años tanto en las  administraciones municipales y departamentales como en el  Gobierno  Nacional. La mayor defraudación de recursos públicos con la pirámide  de  los Nule no está en Bogotá o en las regiones. Está en el Instituto  Nacional de  Contratación de Obras Públicas, INCO. Si la investigación  se dirige hacia esa  esfera encontraremos la respuesta, a la pregunta  ¿qué hacían los Nule y qué  hicieron en las 18 reuniones que tuvieron en  la Casa de Nariño con altos  funcionarios del Gobierno e incluso con el  entonces presidente de la República,  Álvaro Uribe Vélez? Un segundo problema tiene que ver con la infiltración de   los grupos paramilitares en la vida regional y municipal. Las  investigaciones  de la Misión de Observación Electoral –MOE- han dado  cuenta que en las  elecciones de 2007 más de 250 alcaldías y 12  gobernaciones fueron masivamente  infiltradas por las mafias de los  parapolíticos. El problema no se resolverá  como cree Samper, con la  vuelta atrás al centralismo sino con un funcionamiento  eficaz de la  Fiscalía y de los jueces en la lucha contra las mafias y contra el   crimen. Y este problema que es uno de los fundamentales no se resolverá  con  fórmulas efectistas sino con una reestructuración y depuración a  fondo de las  Fuerzas Armadas y de Policía que en muchas regiones del  país se aliaron y  continúan aliadas con los grupos criminales y de  saqueadores del erario  público. Pero hay problemas en el diseño  institucional que hay que abordar.  ¿Por qué no  funcionan los  organismos  judiciales y de control en los territorios? Por qué  contralores y personeros y  funcionarios de la Procuraduría son de los  mismos partidos de las coaliciones  que gobiernan en los territorios.  Así como no funcionaron en el nivel nacional  los órganos encargados de  investigar asuntos como el programa de Agro Ingreso  Seguro, AIS, o los  grandes contratos de los Nule y de otros empresarios que aún  no se  investigan que fueron los favorecidos del régimen de Uribe, como tampoco   se investigó el abuso de poder en temas como el Departamento  Administrativo de  Seguridad, DAS. Tampoco se ha investigado a fondo el  robo de 6.6 millones de  hectáreas de los 4.5 millones de desplazados. Hace años que insistimos que los organismos de control no   deben pertenecer a  los mismos partidos  que gobiernan, que deben ser o  de la oposición o por lo menos de partidos  distintos de quienes  gobiernan. Uribe sabía de esto más que Daniel Samper y por  eso se  empeñó en nombrar a Julio Cesar Turbay Quintero, como contralor general   de la República. Así pues, el remedio no está en regresar al vetusto   centralismo. Hay que recordar que los alcaldes nombrados por los  gobernadores  antes de 1988, cuando se eligió por primera vez a los  alcaldes, tenían un  período en promedio de 6 meses y los gobernadores  un período de 9 meses. ¿A eso  es a lo que nos invita Daniel Samper a  regresar? y aún más, los municipios  tenían $ 5.70 pesos y los  departamentos $9.70 por cada cien pesos que  ingresaban como pago de  impuestos en el país. Hoy los alcaldes y gobernadores  tienen un período  de cuatro años y reciben aproximadamente 28 de cada cien  pesos que  ingresan al fisco nacional. Muchos indicadores han mejorado desde   entonces: mayores coberturas en educación y salud, avances importantes  en  infraestructura en casi todos los municipios del país, también ha  avanzado la  cultura ciudadana. Ahora bien, hay que registrar la  problemática de la  corrupción, de los actores armados ilegales, de la  penetración de las mafias en  las Fuerzas Armadas y de Policía, en los  órganos de Control y en la rama judicial.  Esos son los verdaderos  problemas y es sobre ellos que debemos debatir para  tener un país más  democrático y más descentralizado. En otra ocasión me referiré a las opiniones de Rudolf   Hommes, por ahora baste decir que sí tenemos que celebrar. Que la  descentralización,  la participación ciudadana, la tutela, el régimen  laico, la sociedad de  derechos, la Corte Constitucional, la Corte  Suprema de Justicia, todo esto es  la esencia de la Constitución de 1991  y merece ser celebrado. Y lo merece,  porque hoy tenemos un país más  libre y más democrático así persistan graves  problemas de desigualdad,  de violencia, pero en todo caso tenemos un país más  pluralista. | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
sábado, 2 de abril de 2011
INDEPENDENCIA Y LIBERTAD - LA JUSTICIA MAL ENTENDIDA COMO: "LA CENICIENTA CON UNA FELICIDAD QUE LE ESQUIVA"
 "INDEPENDENCIA Y LIBERTAD" esperamos constantementemente en un Estado de Derecho como el que se plantea como ideal en nuestra Constitucion, sin embargo el articulo siguiente nos da un enfoque real de LA JUSTICIA MAL ENTENDIDA  y mal comprendida, en una sociedad que trata de superar los escollos permanentes como un cuento de hadas, y en la que la cenicienta es el mejor ejemplo para reseñar lo que acontece a estancias de las injusticias:
¿DA PAPAYA LA CENICIENTA?
Cortesia: Henrik López Sterup - Profesor de la Universidad de los Andes.
En el cuento, que tiene varias versiones, pero todas  terminan igual,  la Cenicienta termina felizmente casada y todas las injusticias  contra  ella reparadas (por usar un lenguaje de moda). Felicidad que llega en  un  momento oportuno, pues la Cenicienta no logra la restauración de sus  derechos y  la realización de sus sueños en una edad madura, sino  cuando goza de lozanía y  sigue bella. En fin, es un “cuento de hadas”.  Para la otra Cenicienta, la  justicia, la felicidad le es esquiva y la  reparación de las injusticias se  pospone eternamente. Esa es la  realidad colombiana1.
En los últimos días el país ha presenciado toda suerte de   declaraciones relacionadas con el funcionamiento de la justicia en el  país. Sea  por las labores de investigación, acusación y juzgamiento de  delitos, por  congestión judicial o por amenazas a los jueces.  Declaraciones que vienen de  tiempo atrás, cuando, por ejemplo, se  cuestionan las decisiones judiciales  sobre libertad provisional, los  fallos administrativos en contra o a favor del  Estado, sentencias  costosas, sentencias ingeniosas, sentencias inauditas,  tratos  injustificados por los denunciantes, etc.
Pero en este escenario, donde todo parece fallar, cabe   preguntarse ¿qué hacer? ¿Debemos inyectarle recursos al sistema? Esta  podría  ser una salida: más jueces, más fiscales, más agentes del CTI y,  mientras no  cambien las cosas, menos agentes del DAS. Podríamos  construir nuevos juzgados,  convertir los existentes en algo mínimamente  decente, reducir el consumo de  papel y pasar todo a la oralidad y a la  virtualidad. Pero ¿servirá?
No creo que se pueda dudar de las necesidades financieras   reales de la administración de justicia, pero el país no se ha esforzado  por  indagar a partir de los síntomas. Tenemos una idea común, que se  repite sin  cesar en las esferas de decisión: la justicia falla. Pero  ¿por qué falla? ¿Por  qué hay congestión? ¿Por qué hay impunidad?
Según las estadísticas judiciales disponibles2,  se advierte que ciertos tipos de  proceso parecen congestionar a la  justicia: los procesos laborales ordinarios,  los procesos penales, los  procesos de nulidad y restablecimiento del derecho en  materia laboral,  las reparaciones directas y las tutelas. ¿Qué tienen en común  este tipo  de procesos?
A diferencia de otros procesos, estos concentran los  casos  en los cuales con mayor evidencia se advierten relaciones asimétricas.  Es  decir, situaciones en las cuales una persona se enfrenta a la  arbitrariedad y  violencia de otra, debido a su condición de debilidad.  El trabajador es débil  frente al patrono, el funcionario frente al  jefe, el ciudadano frente al Estado  y los ciudadanos frente a los  delincuentes.
A partir de esta caracterización es posible inferir que   las dificultades de la justicia en buena medida se relacionan con la  manera en  que la sociedad colombiana resuelve sus problemas. Podría  decirse que existen  serios indicios de que la existencia de relaciones  asimétricas es entendida como  oportunidad para desconocer de manera  flagrante los derechos del otro, del  débil. Inclusive, de negarlo como  persona. En palabras coloquiales, el que de  papaya, está llevado.
Estas relaciones asimétricas se reproducen dentro de la   sociedad moderna y, salvo en los casos de la utopía y el cuento de  hadas, no se  superan plenamente. Frente a esta realidad, el derecho  contemporáneo, el modelo  del Estado social o de la democracia  constitucional, demanda que tales  asimetrías no se traduzcan en  oportunidades de opresión. Sólo de esta manera  tiene sentido el  andamiaje que de estos modelos se desprende.
Pues bien, ¿de qué sirve semejante modelo si la sociedad   considera la asimetría como papaya? En otros términos, ¿para qué  desgastar a  una comunidad con la complejidad normativa derivada del  modelo del Estado  social, si en últimas lo único que importa es quién  es más fuerte, quién  aprovecha la asimetría para imponer sus intereses?  ¿Por qué, entonces, no  abandonar el modelo y asumir que quien es más  fuerte puede imponer su ley?
Así, el problema de la relación de subordinación sería si   el patrono, por ejemplo, estaría dispuesto a desconocer los acuerdos   particulares, sabiendo que su vida y sus propios derechos no tienen más  valor  que aquél que su subordinado reconoce. Los débiles, a la manera  hobbesiana, se  colocarían en pie de igualdad y podrían eliminar la  causa (o el causante) de la  opresión. En lugar de esperar que el Estado  garantice acceso a la salud, se  fuerza al médico y a la enfermera a  que atienda, so pena de que su vida o  aquellas de sus allegados se vean  en peligro. Nos liberaríamos de tener que  pagar impuestos o, al menos,  muchos de ellos. Descargaríamos al Estado (o lo  que resulte) de la  necesidad de tener entidades de investigación y de acusación  y jueces.  También desaparecería la necesidad de proteger a los jueces (que, por   lo pronto es sólo teórica). Cada uno de nosotros podríamos disfrutar del  uso de  armas, cuyo comercio sería libre (por necesidad) y en lugar de  acudir a la  policía (que también desaparecería) para resolver los  problemas ciudadanos,  simplemente le pegamos un tiro al vecino (cosa  que ya ocurre). Desaparecerían  las congestiones vehiculares, pues  podríamos destruir los vehículos de quienes  nos agreden o no nos dejan  movilizarnos por donde deseemos y como deseemos.
Sería posible lograr que los medios de comunicación   dejasen de ser sensacionalistas, pues el afectado simplemente estaría   legitimado para prender fuego a la casa editorial. Los sacerdotes de  todas  religiones podrían (al igual que hoy, pero sin consecuencias  sociales mayores)  exponer a los pecadores y someterlos al oprobio y la  respuesta podría ser  igualmente violenta.
Las personas que han robado podrían disfrutar de sus   riquezas con total impunidad (cosa que no nos es extraña hoy en día),  con el  único temor de que otro, con más fuerza física o tecnológica  tome sus bienes y  su vida, con total impunidad.
Muchos podrán decir que esto es una total tontería, pues   al fin y al cabo en el país existen instituciones que funcionan, que  protegen,  que aseguran los derechos de los ciudadanos, que condenan al  responsable y que  auxilian al necesitado. Que la asimetría no siempre  es dar papaya y que es  preferible luchar porque estas instituciones se  fortalezcan y que lograr que la  justicia sea igual para todos, que la  diferencia no sea factor de  discriminación, que el pobre valga igual  que el rico, que el poderoso lo sea  temporalmente y que los riesgos  sociales sean repartidos de manera equitativa.
Creo que muchos compartimos ese sueño. Lo que nos distancia   es si creemos o no en que la asimetría no es un papayazo. 
Cuando  comprendamos y  asumamos que esta ecuación no es válida, podremos ver  una reducción en la  congestión judicial y una realización plena del  Estado social. Cuando ante la  controversia la confrontación y el abuso  no sean solución, sino el  reconocimiento del otro y la valoración de  sus necesidades, podremos ver que la  otra cenicienta encuentra todas  las injusticias reparadas. Reparación que no  significa ausencia de  conflictos, sino una reducción significativa.
El punto de partida debe ser el más sencillo de todos:   valorar la vida ajena. En su sencillez, dicha valoración recoge la  inmensa  complejidad del fenómeno de lo social. Diálogo en lugar de  violencia, respeto  por un principio de justicia y por el aplicador de  justicia, asunción del  riesgo de perder, garantía de que perder no  signifique exclusión.
Quizás esto último sea lo más complejo, pues la cultura   del papayazo es reacción al temor, no infundado, de que perder un poco  es  perderlo todo. Ante esta realidad, las palabras de Santander  adquieren un  carácter utópico. Las armas os han dado la independencia,  las leyes la  libertad, suena a una quimera. Quizás la quimera sea creer  que en este país se  comprende la diferencia entre independencia y  libertad. Los jueces si lo hacen  y, por ello han de pagar.
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