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"Sí, Poeta aficionado, que expreso el sentir entrañable de la vida, en pequeños y sencillos versos." LuMo2020
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miércoles, 22 de febrero de 2012

Una perspectiva de la actualidad y futuro de la Administracion de Justicia en Colombia.

Encontre este analisis del señor Jesus Vallejo Mejia, la cual bien vale la pena examinar, se trata de una de las perspectivas de la actualidada y futuro de la Administracion de Justicia en Colombia.



13/02/2012
Jesús Vallejo Mejía
Pianoforte, febrero 12 de 2012
Por gentileza de Álvaro Villegas Moreno, su presidente, tuve el honor de disertar ante la Sociedad Antioqueña de Ingenieros y Arquitectos acerca del tópico en referencia.
Mi exposición se transmitió por internet y quedó grabada en el sitio del siguiente enlace:http://www.ustream.tv/recorded/20291806
En síntesis, después de referirme a la importancia de la justicia en la sociedad y a lo que considero que son presupuestos necesarios para abordar el tema, me apliqué a los que a mi juicio son las factores más significativos de la evidente crisis que afecta hoy a la institucionalidad judicial en nuestro país, a saber: la justicia ideologizada, la justicia politizada, la justicia sin controles y, entre signos de interrogación, la justicia corrompida.
La cuestión de las ideologías en el mundo jurídico es compleja y abre no pocos espacios de discusión. Cuando los jueces actúan conforme a los criterios ideológicos generalmente aceptados en la sociedad, sus providencias suelen acogerse espontáneamente. Pero si las orientaciones que adoptan reflejan apenas puntos de vista minoritarios y, además, pretenden imponerlas a todo trance por medio de sus providencias, resulta obvio que se presten a agrias discusiones en el seno de las comunidades. Así ha sucedido con fallos como los de la legalización de la dosis personal, la eutanasia, el aborto o las uniones homosexuales, en los que la Corte Constitucional ha resuelto por sí y ante sí introducir modificaciones sustanciales y de extrema gravedad que pugnan con los sentimientos morales de gran parte de la comunidad.
La suplantación de la normatividad jurídica por la ideología facilita la politización de la administración de justicia. En efecto, de las adhesiones ideológicas a las adhesiones políticas hay un solo paso y la tentación para darlo está siempre presente cuando no median controles adecuados sobre la conducta de los jueces y las decisiones que adoptan.
Esa politización no se refiere sólo a lo que podría considerarse como la alta política, que tiene que ver con las grandes orientaciones de la vida comunitaria, sino también y de modo principal a los juegos de poder, los efectos electorales, la lucha mezquina de los partidos, etc.
Se sabe, por ejemplo, que en la decisión de la Corte Constitucional acerca de la posibilidad de una segunda reelección del presidente Uribe Vélez influyó tanto la idea de ponerle coto a una tendencia caudillista que los magistrados consideraban inconveniente, sino un sentimiento de animadversión contra aquél. Y estos sentimientos, inadmisibles en una autoridad judicial, determinaron el bochornoso episodio que culminó con la elección de Vivian Morales como Fiscal General de la Nación.
Que un alto dignatario de la Corte Suprema de Justicia diga, así sea en privado, que hay que derrocar al Presidente de la República, es algo insólito a más no poder. Y que la elección de Fiscal General de la Nación esté rodeada de un ambiente de componenda política, resulta en extremo perjudicial para la credibilidad de la institución.
Le cuesta a uno demasiado trabajo mental entender que la Fiscalía haya quedado en manos de una activista del samperismo, casada además con un personaje tan discutible como el hoy pastor cristiano Carlos Alonso Lucio.
No sin razones, sus medidas en los casos de Andrés Felipe Arias y Luis Carlos Restrepo han sido interpretadas como actos de persecución contra el uribismo.
Pero la muestra más contundente de politización de la justicia la acaba de dar el fallo del Tribunal Superior de Bogotá contra el coronel Plazas Vega, medida a la que el calificativo más suave que puede endilgársele es el de pavorosa.
Esta sentencia muestra algo muy inquietante, como es la toma de la justicia penal por la izquierda que avasalló las universidades a partir de la década del sesenta en el siglo pasado.
Un tema de fondo tiene que ver con la ausencia de controles adecuados que hagan efectiva la idea de los frenos y las contrapesas en las relaciones entre los poderes públicos. Nuestra separación de poderes exhibe notorios desbalances que dan pie a que se ponga en duda su efectividad. Y esos desbalances se inclinan notoriamente del lado de la rama judicial, que tiene poderes respecto de la legislativa y la ejecutiva que no se compensan adecuadamente con los de éstas sobre aquélla.
De hecho, las altas cortes tienen garantizada la impunidad y es por ello que la tendencia a la dictadura judicial se ha acrecentado entre nosotros.
Los síntomas de corrupción de la justicia son alarmantes. Piénsese en las acusaciones que median sobre el pago de jugosas sumas a magistrados que decidieron la elección del fiscal Iguarán, los nexos de algunos de ellos con un mafioso del corte de Giorgio Sale, la imputación que se ha hecho contra la hermana del ex magistrado Yesid Ramírez por el recibo de más de un millón de dólares por gestiones en un caso de extradición, o lo del “carrusel de las jubilaciones” que acaba de enlodar a la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura.
La crisis de la justicia en Colombia ha tocado fondo.
La responsabilidad viene en buena medida de los constituyentes de 1991, que al decir de Juan Manuel Charry introdujeron importantes innovaciones en materia de derechos, pero fallaron en el diseño institucional. Como lo observé en mi charla ante la SAI, poco se ocuparon de la ingeniería constitucional.
La proliferación de altas cortes, la multiplicación de los derechos, las tendencias francamente irresponsables en materia de responsabilidad del Estado que amenazan con arruinarlo, el desbordamiento de la tutela, son factores que hay que considerar a la hora de examinar el porqué de tamaño fracaso institucional.
En los últimos años hemos presenciado conflictos tan insólitos como perturbadores: los “choques de trenes” entre altas cortes y uno reciente entre las dos salas del Consejo Superior de la Judicatura; la perniciosa confrontación del presidente Uribe Vélez con la Corte Suprema de Justicia, tema sobre el cual bien  convendría que se hiciese una minuciosa investigación histórica; el temible enfrentamiento de la justicia penal con la institución militar; o el conflicto de la institución judicial con la opinión pública.
Llamo la atención sobre estos dos últimos eventos.
En Inglaterra suele decirse que toda la armada de Su Majestad está al servicio del más humilde de los jueces de la Corona, para resaltar así la cooperación que debe mediar entre la institución judicial y la institución armada, vale decir, entre la autoridad del derecho y y la fuerza coercitiva del poder público.
El presidente López Michelsen, por su parte, invocaba durante su gobierno la idea del constitucionalismo norteamericano, según la cual la institucionalidad reposa sobre el binomio de la Corte Suprema de Justicia y las Fuerzas Armadas.
Pienso que de lo peor que puede haber ocurrido en Colombia es la tensión que se ha planteado entre los jueces y el estamento militar, sobre todo a propósito del extravagante fallo del Tribunal Superior de Bogotá que mencioné atrás. Es una acción que tarde o temprano suscitará funestas reacciones de las que todos seremos víctimas.
Preocupante en grado sumo es, en fin, el descrédito de la administración de justicia, según lo dicen las encuestas de opinión que periódicamente se efectúan en el país, a cuyo tenor el grado de apoyo al sistema judicial en su conjunto va a apenas por encima del 20%. Y en una medición internacional que se publicó hace poco, el sistema colombiano quedó clasificado como uno de los peores.
La reforma judicial es, pues, de extrema urgencia. Pero el proyecto que se tramita en el Congreso está empantanado por el marginamiento de discusión por parte de las altas cortes y el temor de los congresistas a que ellas los persigan. Muchos hablan de que la única solución sería la convocatoria de una asamblea constituyente, pero en mi opinión personal ese remedio es muy discutible, habida consideración de lo que sucedió en 1991.
En rigor, la crisis de la justicia es apenas reflejo del deterioro moral de la sociedad colombiana, que parece unida más por una red de complicidades que por un tejido de solidaridades.
Por eso traje a colación la célebre sentencia que se atribuye a Horacio: “¿De qué sirven las vanas leyes si las costumbres fallan?”

domingo, 1 de agosto de 2010

LA POLÍTICA DE VIVIENDA Y LA DEMOCRACIA EN COLOMBIA EN COLOMBIA…. UNA PARADOJA…. UN PARADIGMA….

La política de vivienda y la democracia en Colombia parecen un concepto ambiguo y vacio, comportando las calamidades sociales por la indolencia de un gobierno, un congreso y una clase política enquistada desde mediados del siglo XX, forzando a todo ser humano en perder las esperanzas de que se respete la dignidad humana a participar activamente en la solución de graves problemáticas que aquejan al país.

La democracia, como ideal político ha venido en descenso por las hábitos electoreros acompañados de corrupción y por las prácticas políticas engañosas de programas gubernamentales, de pos si mal planeados y pesimamente ejecutados, enquistando efectos contundentes en cada ciudadano sin posibilidades de alcanzar la libertad , la igualdad y la justicias tantas veces reclamada, mas aun cuando sus recursos de supervivencia lo convierten en un instrumento humano del mismo sistema, que no solo se aprovecha de su situación de miseria sino que le impide a esa comunidad vigorosa, creativa, honesta y necesitada asumir roles de solución.

Un amigo en la red me envió las imágenes que más adelante se detallan, y me hizo reflexionar como en Colombia no existe una política social de vivienda, debido a las avalanchas de programas planteados por diversas entidades del Estado y por diversas entidades privadas con fines absolutamente comerciales y ávidos de beneficios ilícitos, que dejan de lado el Estado de derecho, los fines del Estado, el reconocimiento sin discriminación de los derechos inalienables de las personas y el amparo de la familia como institución básica de la sociedad, y por ende vulnera la dignidad humana, la igualdad social, la libertad de conciencia, el derecho a acceder a los programas con fines sociales. 

Por supuesto que la política de vivienda y la democracia en Colombia…. Son una paradoja…. un paradigma…., a las tienen derecho solo las clases privilegiadas, el gobierno y especímenes corruptos, entre alguno, que se ingenian la forma de participar en los programas para beneficio propio, causando desesperanza en los necesitados, en quienes viven en la miseria, en quienes se esfuerzan toda la vida para tener un lugar donde reposar y morir dignamente, pero se les niega…., porque las políticas gubernamentales de vivienda fundadas en el Estado de derecho y en los fines de ese Estado, son un ideal inalcanzable como la democracia.

Nuestra casita vista por:   
 nosotros...


 

 
Por el Comprador ....
 
 

Por los Bancos y las corporaciones...
 

 
 
 
Por el Avaluador ...
 

 
Y Por la las entidades del Estado, especialmente por las Oficinas de Impuestos (DIAN...por el Predial y catastro).....
 
 
 

viernes, 29 de enero de 2010

POLITICA EN CONSTRUCCION ....



“La Política, implica un proceso de formación idóneo y una preparación honesta, que refleje la experiencia del conocimiento de gobernar y la habilidad para desempeñarse de forma sobresaliente en bien de la comunidad.” Luis Monsalve.

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POLITICA EN CONSTRUCCION .....



“Sabiendo la forma en que es más probable llegar al poder y la mejor manera de permanecer en él, se debe contar con ciudadan@s comprometidos que puedan posicionarse como la mejor alternativa para representar a la comunidad y gobernar una nación.” Luis Monsalve.

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POLITICA EN CONSTRUCCION .....



“Política en Construcción. Zona de reflexión a toda las personas que estén interesados en abrir espacios de diálogo, alcanzar conocimientos y habilidades democráticas de unidad, comprometerse y posicionarse como alternativa de representación comunitaria y edificar un proceso de formación fundado en los principios de la democracia deliberativa.” Luis Monsalve.

Por una Política en Construcción.
Parámetros:
1. Apoyo mutuo al escoger una directriz comunitaria que priorice necesidades.
2. Compartir la dirección común con la comunidad. Trabajar en equipo.
3. Beneficiarse del compañero al lado con responsabilidad y acogimiento.
4. Lógica de mirar y actuar en la misma dirección.
5. Obtener resultados óptimos, aun los difíciles, a partir del apoyo mutuo.
6. Aliento permanente para protección y ayuda continua.
7. Con la inteligencia nos mantenemos unos a otros y acompañándonos.
8. Buena actitud para superar dificultades, barreras y situaciones inminentes.
9. Monitorear los sitios de trabajo individual y mutuo comunitario.
10. Valor en refuerzos y en actitud.
11. Buenas actitudes siempre para que contagien el trabajo honesto y motive el impacto de servicio a la comunidad.
12. Ante problemas y dificultades, la clave es prevención, análisis, revisar a los miembros de equipo, detectar problemas.
El líder:
1. Responsabilizarse de su trabajo.
2. Responsabilizar de hacer diagnostico de actitud
3. Monitorear signos vitales.
4. Inmunizar los sitios de peligro.

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