El Trabajo Social es la actividad de ayuda técnica y organizada, ejercida sobre las personas, los grupos y las comunidades, con el fin de procurar su más plena realización y mejor funcionamiento social, y su mayor bienestar, mediante la activación de recursos internos y externos.»
En el pasado fueron científicos como los psicólogos o los sociólogos, quienes suscitaron las mayores esperanzas de que iban a ser capaces de hacer grandes contribuciones a la felicidad humana («le bonheur, idée neuve» que diría Saint-Just; compendiando los sueños utópicos de la revolución francesa). Pero basta contemplar en nuestra sociedad el aumento de la impotencia, la incomunicación, la incertidumbre, la apatía, la depresión, la violencia y el miedo a la muerte y a una inmotivada agresión, nada digamos ya de los despiadados ataques del más cruel terrorismo, para dudar, por lo menos, de que se hayan confirmado tales esperanzas.
El trabajador social debe, por ello, aplicarse a sí mismo el primero y fundamental principio establecido para la deontología médica en el Juramento Hipocrático: «PRIMUM NON NOCERE» (lo primero es no perjudicar). De ahí que el trabajador social, como el médico, pueda ayudar o no ayudar; lo que no debe nunca es perjudicar.
Desde sus orígenes, dicha actividad de ayuda responde a dos principios básicos:
a) La autoayuda —la self-help anglosajona—. El Trabajo Social no es la Providencia. Ni tampoco puede confundirse con la Beneficencia. No consiste en ayudar a quien no quiera ayuda. Ni tampoco puede el cliente tumbarse indolente en la cuneta de la vida, en espera de que el Trabajo Social caiga sobre él como el maná bajado del cielo. El Trabajo Social ayuda a quien quiere ayudarse a sí mismo y trata de hacerlo.
b) La ayuda no directiva. El trabajador social ha de abstenerse de dar órdenes a su cliente sobre lo que debe o no hacer. Cosa distinta es que deba ayudarle a adoptar y clarificar sus propias decisiones.
El Trabajo Social no es sólo fruto del ejercicio del sentido común o de los dictados de un buen corazón. Se trata de una actividad técnica, es decir, que se estudia, se aprende y se enseña, requiere un cuerpo de doctrina que incluye teoría y práctica, y utiliza técnicas y métodos que le son propios, originando, así, una disciplina científica, que, con los correspondientes grados académicos, se cursa en la Universidad.
Para asegurar su constante disponibilidad, se trata de una actividad organizada, bien en el seno de las más diversas instituciones públicas o privadas, internacionales, organizaciones no gubernamentales etc., o bien en el marco del ejercicio profesional del Trabajo Social como profesión liberal.
El Trabajo Social se ejerce sobre las personas, los grupos y las comunidades dando lugar con ello a sus tres grandes ramas o especialidades, que tradicionalmente han venido siendo consideradas como sus métodos primarios o básicos, a saber: el Trabajo Social con casos, el Trabajo con grupos y el Trabajo Social con comunidades. (M. Moix Martínez, 1999: caps XXI, XXII, XIII, XXIV). Su objetivo es triple, pues, no sólo persigue la más plena realización de las
personas (y de sus familias), de los grupos y de las comunidades y su mejor funcionamiento
social, sino también su mayor bienestar. Para atender a un cliente aquejado por ejemplo, de un problema económico, o de paro, o de salud, o de invalidez, etc., el trabajador social no puede acudir cargado, respectivamente, de dinero, o de empleos, o de medicinas, o de sillas ortopédicas, etc., porque nadie da lo que no tiene. Su forma de actuar es otra. Utiliza los medios propios y específicos del Trabajo Social, que lo distinguen de otras actividades afines y se concentran en el aprovechamiento de los recursos: — internos: personales (motivacionales, de autoestima, conductuales, afectivos, sanitarios, psicológicos, psiquiátricos, económicos, sociales, etc.,) y familiares de todo tipo, y — externos: los ofrecidos por toda clase de entidades públicas, (de la Admón. estatal, autonómica, local, institucional, etc.) y privadas (organizaciones
empresariales, sindicales, asociaciones, fundaciones, patronatos, colegios profesionales, organizaciones no gubernamentales, etc.) así como, en su caso, por todo tipo de organismos internacionales, siendo de destacar por su importancia fundamental los que ponen a su disposición los Servicios Sociales y las instituciones,y sistemas del bienestar , tanto públicos como privados, en que se ha materializado el Estado de Bienestar.
Lo mismo que para la Medicina no hay enfermedades sino enfermos, para el Trabajo Social no hay necesidades ni problemas sociales, sino personas con problemas. Y es el cliente (personas, grupos o comunidades) con necesidades y problemas, lo que requiere la atención del trabajador social. A este respecto, no debe olvidarse el acertado pensamiento con que Tolstoi empieza su famosa novela Ana Karénina: «cada uno es infeliz a su manera». Quiere esto decir que las mismas desgracias no se viven de la misma forma por los que las sufren, sino de un modo distinto. De ahí que la activación o movilización de los recursos internos y externos no pueda hacerla el trabajador social mecánicamente, es decir, de una forma única y universal (café para todos) sino mediante una cuidadosa labor de adaptación a cada caso concreto (haciendo un traje a la medida), y es la creación que toda adaptación entraña la que es susceptible de ser considerada un arte, permitiendo hablar, así, de la naturaleza artística del Trabajo Social.
En efecto, desde el punto de vista epistemológico, el Trabajo Social es «la Ciencia que estudia, investiga y hace progresar la actividad de ayuda técnica y organizada, ejercida sobre las personas, los grupos y las comunidades, con el fin de procurar su más plena realización y mejor funcionamiento social, y su mayorbienestar, mediante la activación de los recursos internos y externos, principalmente los ofrecidos por los Servicios Sociales y por las instituciones y lossistemas del Bienestar Social» (M. Moix Martínez, 1999: caps XV y XVII).
Análogamente, en el plano estético, el Trabajo Social aparece como «el arte de realizar ejemplarmente la actividad de ayuda técnica y organizada, ejercida sobre las personas, los grupos y las comunidades, con el fin de procurar su más plena realización, y, mejor funcionamiento social y su mayor bienestar, mediante la activación de los recursos internos y externos, principalmente los ofrecidos por los Servicios Sociales y por las instituciones y los sistemas del Bienestar Social.»
Y, por último, y para no alargarme innecesariamente, en la sociología de las profesiones, el Trabajo Social aparece como « la profesión que agrupa a los trabajadores sociales, que son los que se dedican profesionalmente a la realización de la actividad de ayuda técnica y organizada, ejercida sobre las personas, los grupos y las comunidades, con el fin de procurar su más plena realización y mejor funcionamiento social, y su mayor bienestar, mediante la activación de los
recursos internos y externos, principalmente los ofrecidos por los Servicios Sociales y por las instituciones y los sistemas del Bienestar Social» (M. Moix Martínez, 1999: 259 a 272).
Los trabajadores sociales no son, sin embargo, los únicos que practican el Trabajo Social; también lo hacen los llamados auxiliares (que son los que carecen de formación académica o de titulación) y el personal voluntario o benevolente (que es el que no cobra por sus servicios).
Puntualicemos, por último, que el Trabajo Social no es «una tradición investigadora» Así como los hombres y los pueblos pueden tener una tradición, pero ellos mismos no son una tradición, así también el Trabajo Social puede tener una tradición investigadora, pero él mismo no es ninguna tradición. La irresponsabilidad intelectual de no pocos pseudo teóricos del Trabajo Social, en su afán por encontrarle algún objeto plausible, le han atribuido como finalidad objetivos tales como la satisfacción de las necesidades sociales, la solución de los problemas sociales, el cambio social, la reforma social, la revolución, etc.
En el fondo de semejante especulación late una romántica y ridícula concepción demagógica del trabajador social como el nuevo mesías de la humanidad, como el redentor del mundo, como el lúcido líder que realizará la definitiva reforma social, o como el heroico y esforzado revolucionario, llamado a convertir una sociedad caduca en una «arcadia feliz,» donde reinen para siempre la Verdad, la Bondad, la Belleza, la Justicia, la Igualdad, la Abundancia etc., transformando la tierra en el paraíso.
Todos estos pretendidos objetivos nada han tenido que ver con la historia del Trabajo Social desde sus orígenes, y son falsos por múltiples motivos, entre otros, porque:
a) Son utópicos y demagógicos. Las necesidades sociales (los problemas sociales no son en definitiva más que las necesidades sociales no satisfechas) son por definición ilimitadas, a diferencia de los recursos que son, por principio, limitados.
b) Además, los trabajadores sociales, no sólo carecen de preparación y de medios para satisfacerlas, sino que éstas no caen dentro de su competencia.
c) Las grandes necesidades sociales de un país (cuya insatisfacción constituye sus mayores problemas sociales) están, evidentemente, en campos como la sanidad (más y mejores residencias sanitarias y centros ambulatorios, etc.), la vivienda, (más y más accesibles viviendas), la educación (más y mejores profesores y escuelas), las obras públicas (autopistas,
ferrocarriles, puentes, etc.), la justicia (más y mejores jueces y juzgados, etc.) la hacienda (más justa y redistributiva, fiscalidad, etc.), las rentas personales (más justo y menos insuficiente sistema de pensiones, etc.)..., y sería cómico atribuir al Trabajo Social y a los trabajadores sociales el cometido de satisfacer tales necesidades sociales o de resolver semejantes problemas sociales.
d) Hacerlo así, aparte de incurrir en un error de bulto, podría producir el efecto de colocar al trabajador social en la posición desairada de desvalido demiurgo del cambio social, sumiéndole en el desaliento nacido de la creencia en su propia inutilidad, y empujándole a la insatisfacción personal y a la frustración profesional, cuando no a veces, en casos extremos, a la radicalización política y a la agitación social.
e) Huelga, pues, perorar sobre las necesidades sociales, los recursos para satisfacerlas, los problemas sociales, etc., como suele hacerse en los textos y programas de enseñanza, ya que caen fuera del Trabajo Social. Su lugar es otro.
f) En su aspecto teórico, se trata de cuestiones que, como es sabido, incumben a otras ciencias, como la Economía y la Sociología (que, como disciplinas descriptivas que son, estudian, analizan y cuantifican las necesidades sociales, los recursos disponibles, los problemas sociales, sus remedios ,etc., en su realidad, sus causas y sus efectos) y como la Política Social, la Política Económica, la Hacienda Pública, etc. (que son las disciplinas normativas que tienen a su cargo el estudio del más óptimo cambio social, mejorando la sociedad y satisfaciendo para ello las necesidades sociales, y los problemas sociales, cuidando de no caer en la sociatrogénesis).
g) En su aspecto práctico, se trata, evidentemente, de temas de la exclusiva competencia de los Poderes Públicos, que, en prosecución del Bienestar Social, son los que deciden, en sus órganos legislativos, las necesidades, y los problemas sociales a resolver y asignan los correspondientes recursos, para, mediante sus órganos ejecutivos, acometer su satisfacción.
Lo anteriormente expuesto en modo alguno significa que los trabajadores sociales no puedan ni deban ocuparse de los problemas sociales que les preocupan, sino que, por el contrario, como cualquier otra profesión, y principalmente mediante los respectivos Colegios Profesionales, pueden y deben colaborar con los Poderes Públicos, elevándoles sus valiosos puntos de vista, por las más diversas vías: sugerencias, propuestas, informes, asesoramientos, proyectos, derecho constitucional de petición, etc. (Constitución Española arts 29,77.1).
Tal vez quepa también expresar de paso mi extrañeza por la, al parecer, unánime terminología empleada para designar la actuación del trabajador social, llamándola campanudamente intervención social. Lo de social parece obedecer a la necesidad de dejar bien claro, por si alguien lo duda, que su actividad no se realiza en el mar, o en el aire, o en Marte, etc. (en cuyo caso se hablaría de intervención marítima, o aérea, o marciana, etc.), lo cual no deja de sorprender, pues, salvo que se conciba al Trabajador Social como un Robinsón Crusoe perdido en una isla desierta, es evidente que no puede actuar más que en el seno de la sociedad a la que pertenece. Lo de «intervención «es aún más difícil de justificar, pues en nuestro idioma esa palabra implica la idea de actuar en terreno ajeno y con fines de regulación o control.
Y, así, se habla, por ejemplo, de la intervención del Estado en la Economía, de la intervención de la Iglesia en la Política, de la intervención de las tropas en Irak, de la intervención de las Naciones Unidas o la Alianza Atlántica en Kosovo (por referirnos a sucesos recientes en el momento de escribir este artículo) o de la intervención de determinados teléfonos por la policía (en virtud de orden judicial) o de que la correspondencia sea intervenida, etc.
Porque el Trabajo Social no es la policía, ni el trabajador social un gendarme .Como cualquier otro profesional, no interviene: actúa.Así ocurre en todos los oficios manuales: los carpinteros, los herreros, los hojalateros, los impresores, etc., no intervienen en sus talleres, sino que actúan. Lo mismo pasa con las profesiones liberales: así los abogados no intervienen sino que actúan en los tribunales; los profesores no intervienen, sino que actúan en clase; los arquitectos no intervienen, sino que actúan en los edificios que construyen; los médicos, no intervienen, sino que actúan en sus consultas, salvo los cirujanos que sí intervienen, practicando la cirugía, por lo que eso de intervención social podría sugerir erróneamente una traumática intervención quirúrgica en la sociedad. Y yo me pregunto: ¿Por qué, en la esfera de sus competencias, todas las profesiones actúan,menos el Trabajo Social, que interviene? ¿Por qué las demás no necesitan enfatizar que desarrollan su actividad en la sociedad, y el Trabajo Social sí?
LOS SERVICIOS SOCIALES
«Los Servicios Sociales son servicios técnicos, prestados al público o a determinados sectores del mismo, de una manera regular y continua, por las más diversas organizaciones públicas o privadas, con el fin de lograr o aumentar el Bienestar Social».
Al decir, que son servicios técnicos, quedan excluidos de la definición todos los que sean realizados a la buena de Dios o según el leal saber y entender de cada cual, así como los llamados servicios benévolos o de buena vecindad y los prestados con la mejor voluntad, pero sin ninguna técnica aprendida.
Los Servicios Sociales requieren, por el contrario, unas técnicas normalizadas u homologadas y aceptadas universalmente, que, con el estudio de su problemática, han terminado originando epistemológicamente una joven disciplina científica, la cual, bajo la denominación de «Servicios Sociales,» se aprende y enseña en las Escuelas y Universidades.
He aquí la clasificación fundamental de los Servicios Sociales. Los primeros — los universales— son «los que son accesibles gratuitamente a todos los ciudadanos con independencia de sus ingresos» Los segundos —los selectivos— son «aquellos que se dirigen solamente a los llamados «económicamente débiles,» esto es, a quienes acrediten la falta de medios económicos para subvenir a sus necesidades».
Quedan, también, fuera de la definición todos los servicios esporádicos, o que se presten de manera eventual, o por una sola vez, o con carácter excepcional, etc., es decir, todos aquellos desprovistos de la regularidad y continuidad que los Servicios Sociales exigen.
Los Servicios Sociales pueden ser prestados por todo tipo de organizaciones públicas o privadas ya sea en el marco de la Administración (estatal, autonómica, local, institucional) o de los organismos internacionales (OCDE, Instituciones Europeas, Naciones Unidas y sus diversas agencias, como la OIT, UNESCO, FAO, UNICEF) o, también, en el campo de las organizaciones no gubernamentales o en la esfera privada (empresas, asociaciones, fundaciones, sindicatos, entidades benéficas, colegios profesionales, etc.).
La razón de ser de Los Servicios Sociales es servir a los fines y a las políticas del Bienestar Social. Es más, Los Servicios Sociales son los principales instrumentos creados por el Bienestar Social para el logro de sus fines propios. De ahí que constituyan sus columnas fundamentales y su imagen más popular y visible.
El fundamento último de la selectividad es de carácter económico: representando el Bienestar Social una pesada carga que han de costear los ciudadanos con sus impuestos, y siendo siempre
escasos los recursos presupuestarios, concentremos estos —se dice— en los más necesitados.
El fundamento principal de la universalidad es, por el contrario, eminentemente político: reconstruir la unidad social de la nación, suprimiendo la discriminación y el consiguiente oprobio que pesan sobre los beneficiarios del Bienestar Social de carácter residual (M. Moix Martínez 1986:60-62).
A la razón histórica fundamental para la adopción del universalismo, que fue, como ya he dicho, el empeño de que los servicios sociales estuvieran disponibles y fueran accesibles a toda la población, de modo que no implicaran para los usuarios ninguna humillante pérdida de status, dignidad o propio respeto, ni ninguna connotación de inferioridad, pauperismo ,deshonra, o estigma, se unió el descubrimiento de la importancia de la prevención, que, para ser eficaz, debía basarse en el pronto y fácil acceso a los servicios de carácter preventivo, y no sólo a los remediales o rehabilitadores, lo cual, en una sociedad tan diferenciada, desigual y clasista, sólo podría lograrse ofreciéndolos sin estigma, esto es, con carácter universal.
Numerosos son los argumentos que cabe añadir a favor del universalismo. Se subraya, por ejemplo, que la universalidad es más conforme con los principios democráticos; que es esencialmente igualitaria; que refuerza la unidad social, en lugar de la división, y que es la principal garantía de que los clientes potenciales aprovechen al máximo los servicios sociales, al ser éstos ofrecidos a todos igualmente y sin discriminación; igualdad ésta que es más equitativa —se dice— y más justa, por cuanto que la redistribución así alcanzada, en la medida en que los que pagan más impuestos, contribuyen más y perciben proporcionalmente menos, se
estima más equitativa y aceptable que la que pueda deparar un sistema selectivo, esencialmente limitado a un mero trasiego de recursos entre los más pobres.
Está también la cuestión de los derechos sociales: si los servicios sociales no fueran procurados por todos para todos, solo serían accesibles a quienes no pudieran pagarse la satisfacción de sus necesidades en el mercado privado, con el consiguiente sentimiento de inferioridad y estigma y la violación de los derechos, sociales de una parte de los ciudadanos.
No se olvide, por último, que el énfasis que se pone hoy en el Bienestar y en los llamados beneficios del Bienestar, tiende con frecuencia a oscurecer el hecho fundamental de que para muchos el uso de los servicios sociales no representa esencialmente un beneficio o incremento de bienestar en absoluto; representa, pura y simplemente, una compensación parcial por deservicios o por costes sociales o por inseguridades sociales producidas por una sociedad industrial-urbana crecientemente competitiva y rápidamente cambiante.
Cortesia: MIRA Europa - portal.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Constitución Española de 1978
B.O.E. de 29 de Diciembre.
MOIX MARTÍNEZ, M.
1986 Bienestar Social. Madrid: Trivium.
1999 Introducción al Trabajo Social. Madrid: Trivium. SOYDAN, H.
2004 Historia de las ideas en el Trabajo Social. Prólogo y Traducción de Cándida Acero Sáez. Valencia: Tirant lo Blanch.
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